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Jöel Dicker: “Construyes la historia cuando eliminas partes del libro, no cuando escribes”

El autor de “La verdad sobre el caso Harry Quebert” vuelve con “Un animal salvaje”, una historia de ambiciones, apariencias y un robo.

29.06.2024 19:02

Lectura: 13'

2024-06-29T19:02:00-03:00
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Por Federico Pereira

Jöel Dicker (39) es similar a Marcus Goldman, protagonista de su primer bestseller, La verdad sobre el caso Harry Quebert. Ambos tuvieron un gran éxito editorial a una edad temprana. Ambos tuvieron que acostumbrarse a lo que el autor suizo llama “la enfermedad del escritor”, aunque de formas distintas. 

Dicker se puso a pensar sobre el éxito de Goldman cuando aún no sabía que su libro iba a funcionar, salir de Suiza, triunfar en el mercado literario global y gozar de una fama que en ese momento sólo podía percibir para su personaje. Mientras escribía sobre el bloqueo que su protagonista debía enfrentar ante la página vacía, él aún no había descubierto una verdad que hoy toma como máxima: eliminar partes de lo que uno ya escribió no es una “pérdida” para el libro, sino que es la forma de construir la historia.  

Doce años después del caso Harry Quebert, Dicker dejó la lejana Nueva Inglaterra estadounidense donde le era cómodo inventar historias y vuelve a su Ginebra natal, ahí donde escribió todo. En la ciudad suiza muestra la vida de dos matrimonios, las ambiciones, las apariencias, la falsa idea de éxito y el deseo.

La historia de un asalto bancario puede ser mucho más que eso en Un animal salvaje y de eso habló Dicker con LatidoBEAT desde su escritorio en Ginebra.

Con Un Animal Salvaje usted vuelve a escenificar una novela en Suiza, algo que había hecho con El Enigma de la Habitación 622, ¿por qué decidió emplazar esta historia en su Ginebra natal? 

Bueno, porque es mi Ginebra natal. Y porque era muy interesante para mi establecer la historia ahí, dado que es una ciudad que, por supuesto, conozco muy bien. En general me da mucho placer imaginarme una historia en los Estados Unidos y ver como cuadra con la historia, pero esta vez el placer nació de estar en mi propia ciudad, mi realidad, así como crear una ciudad ficticia. 

¿Cómo se sintió al escribir sobre Suiza? 

Al principio no fue fácil. Traté, varias veces, de establecer historias en Suiza y particularmente en Ginebra. Debería ser fácil, porque es mi realidad, pero cuando uno escribe ficción todo es sobre lo que no es la realidad. Es sobre la libertad de crear cualquier cosa que uno crea. 

Por alguna razón no fue sencillo para mí plasmar la historia en Ginebra. Porque, por ejemplo, no tengo problema en crear calles ficticias en Manhattan o en un pueblo de Estados Unidos. Ningún problema; pero crear algo ficticio en Ginebra, viviendo yo allí, fue difícil. Era decirme “cómo puedo hacer esto, sé que no es posible”. Y la frontera entre la realidad y la ficción era muy fina para mí. Sabía que era un desafío qué tenía que superar y lentamente lo fui logrando. 

La clave, como todo en este libro, fue dejar de pensar en que era un desafío obligatorio que tenía que superar, y empezar a pensarlo como un reto divertido. Algo entretenido, emocionante de hacer, de crear. 

Cómo crear la casa de vidrio (qué figura en la tapa de Un animal salvaje). Recibí cartas de lectores que me decían “dios mío, vivo en esa casa de vidrio, tal como la describes en la novela, ¿te inspiraste en mi casa?”. Y por supuesto que es una casa que nunca visité, porque, el punto para mi, es crear algo nuevo. Es una casa sobre la que no sabía nada, porque no existía. Por eso decidí poner esta casa en un bosque, a pesar de estar en un barrio de Ginebra donde no hay bosques. La idea era crear algo que no existe, pero igual hacerle sentir a la gente que vive en Ginebra que es algo cercano, conocido, real. 

¿Esa primera escena en la casa de vidrio, la que aparece plasmada en la tapa del libro, fue la primera que se imaginó cuando diagramó la historia? Hablo de la escena de Greg en el bosque, mirando a Sophie. 

No, vino después, mucho después. La primera escena que imaginé fue una durante el asalto. Quería empezar con el robo, lo describí, pasé la página y dije: “¿Y ahora qué?”. Me di cuenta de que debía empezar con algo distinto, tranquilo, calmo y bueno. Así que empecé con la escena de Sophie disfrutando su café en la mañana, frente a la ventana de su cocina. Fue más tarde, en otra versión, cuando dije, “espera, algo o alguien podría estar amenazando a Sophie en este momento”. Pensé en algo que el lector vea, pero ella no, que desde el inicio cree tensión y que ponga a quien lee en una posición de completo conocimiento de la historia. 

Algo particular de Un animal salvaje es el uso de flashbacks y flashforwards, que llevan al lector hacia atrás y hacia adelante en la historia. Es algo que ya experimentó en otros libros, pero que en este caso crea tensión, por la cuenta regresiva hasta el día del robo que figura desde el inicio. ¿Cómo afecta esta forma de escribir al momento en el que usted está diagramando la trama?

Es capa por capa. Yo por supuesto no veo la imagen completa hasta el final. Siempre que inicio una historia sé que voy a tener una idea, la voy a escribir, voy a enfrentarme a un bloqueo. Pueden ser los personajes, la historia, la trama, la subtrama, el lugar; algo que no funcione. Y pronto entenderé lo que no funciona y tendré que empezar el libro de nuevo, por supuesto, quedándome con algunas partes. Pero otras las voy a borrar, porque me voy a dar cuenta que no funcionaron y por qué. Y ahí, basándome en esta nueva capa, ese nuevo conocimiento, voy a identificar qué es lo que va a pasar y reescribir en esa nueva dirección. Eso le da nuevas luces a la historia, porque veo las cosas diferentes y me ayuda a crear una distinta. Cada versión nueva es algo así como un libro distinto. Si vieses la primera versión de esta novela dirías, “esto no es la misma historia”, aunque en realidad sí lo sea, porque el ADN es el mismo. Viene de la misma genética, aunque no se vea para nada similar una versión de la otra, pero la primera me ayudó a llegar a la final. 

Eso es algo difícil para algunos escritores, estar cómodo con reescribir su libro. ¿Siempre se manejó de esa forma o es algo que fue adquiriendo con el tiempo?

No, ojalá lo hubiese sabido desde el principio. Me tomó muchos años y varios libros entender que tu libro realmente avanza y construyes la historia cuando eliminas partes del libro, no cuando lo escribes, no cuando sumas cosas. 

El libro se construye una vez que le sacas parte de la historia. Eso me llevó tiempo entenderlo. Porque al principio, lees tu historia y dices “debería quitar esto” pero luego piensas “pero, hombre, me tomó semanas o meses escribir esas páginas”. Piensas que si lo quitas, habrás desperdiciado tu tiempo. Y hubo un día que me di cuenta de que no es tiempo perdido, que necesitaba escribir esas páginas para borrarlas, para entender qué es lo que quería hacer. Tan pronto como me di cuenta de que quitar fragmentos del libro era en realidad construir la historia, lo vi todo distinto. Y ahora estoy muy feliz de cortar partes enteras cuando escribo, porque sé que es bueno para el libro. 

¿Cuánto le toma escribir un libro usualmente? 

Depende, pero en promedio, dos años. 

¿De dónde vino la inspiración para esta novela? 

Es difícil identificarlo, porque para mí la inspiración viene de forma inconsciente. Es como poner una Mentos en una botella de Coca-Cola, algo que crea un géiser. 

La Coca-Cola es tu mente; todo ese líquido, ideas, cada libro que has leído, cada experiencia que has tenido, cada película que has visto. Todo por lo que has pasado. Y la Mentos es algo que está pasando en este momento preciso en tu vida. Estás caminando, pensando en cualquier cosa y ves algo, se cruza algo que impacta en tu mente y se mezcla con toda esa experiencia, para crear de repente algo totalmente nuevo. Por eso es dificil responder, porque no tengo un libro,  experiencia, o algo por lo que diga “leí esto en las noticias y me inspiró”. Vino de manera inconsciente. 

En Un animal salvaje hay dos parejas principales y un fuerte protagonismo del matrimonio, de sus idas y vueltas, y sus crisis. ¿Qué tomó para escribir sobre los Braun y los Liégeans? 

Creo que viene de este mundo de apariencias en el que vivimos, donde todo se trata acerca de cómo la gente se ve, de la imagen que le tratamos de mandar al mundo. Eso de pensar en publicar en Instagram y crear diferentes versiones de nosotros. De mostrarle a los demás: “Soy tan feliz y tan exitoso, miren cómo es mi vida”. A pesar de que sabemos que en Instagram es todo falso, una construcción, nada real, queremos creer en eso. 

Eso es algo bastante importante, porque nos lleva a tener la posición de Greg y Karine (Liégean) en el libro. Si lees la historia puedes verlos a ellos como los pobres contra los ricos, pero si te detienes a ver, ellos también son bastante ricos. Sí, la casa de Greg no es tan magnífica como la de Arpad, pero es dueño de donde vive. Tiene un buen trabajo, tanto él como Karine. Son más ricos que la mayoría de la gente en el mundo. Así que el tema principal es ese, cómo siempre estamos insatisfechos con lo que tenemos, porque pasamos tanto tiempo buscando lo que los otros poseen, que no vemos lo que nosotros tenemos en nuestra vida ni nos contentamos con lo que hemos conseguido. Nos ponemos en una perpetua posición de insatisfacción; eso es lo que trato de cuestionar en este libro.

Es también una novela sobre un asalto a un banco, una trama clásica en la literatura y el cine. ¿Hay alguna novela o película en particular del género que lo haya inspirado?  

Ninguna en la que pueda pensar ahora. Porque si, es sobre el asalto, pero no tanto sobre sus consecuencias, el después del robo. La descripción del atraco es bastante corta. Por eso no puedo mencionar ninguna ahora, a pesar de que todas las películas de atracos que he visto —no recuerdo haber leído ningún libro sobre robos así— tienen un impacto en esta historia. 

¿Hay algún escritor que considere que lo ha influenciado?

Si, pero no me gusta elegir sólo uno, porque depende de las distintas etapas de mi vida. Quiero decir, soy un escritor porque me gusta leer. Soy un lector, ante todo. Porque antes de que pudiera leer ya me contaban historias, me leían mis padres. A Roald Dahl, por ejemplo. Recuerdo convertirme en un ávido lector y a los 15 realmente engancharme con Ken Follett. Después con [Albert] Camus, Stefan Zweig, que fueron muy importantes en ese punto de mi vida, [John] Steinbeck, [Fiodor] Dostoievski, Philip Roth. Estoy en un punto en el que, cada 5 o 10 años, paso raya y adquiero un nuevo paquete de autores que me impactaron. 

Es el hijo de una bibliotecaria y un profesor de francés, la literatura y la lengua juntas. ¿Cómo lo marcó ese trasfondo como escritor?

Me enseñaron que un libro puede ser fácil y divertido. A probarlos, darles una chance. Eso de “si no te gusta, no lo leas”. Aprendí que hay muchos libros, que no estás obligado a leer uno aburrido y horrible hasta el final. Agarrar otro y disfrutarlo. Eso impactó desde temprano en mi manera de ver los libros y la literatura. Algo divertido y disfrutable, no una tortura, como alguna gente joven lo siente. 

¿Eso impactó también el ritmo que tiene su narrativa? 

Si, pienso que hoy, cuando escribo, siempre estoy en contacto con ese lector entusiasta que era y siento que necesito dar al público lo necesario para que se enfoque en la historia. Es como cuando vas a un concierto, llegas al lugar, las luces están prendidas, hay ruido, la gente habla, y de repente, el parlante anunció “señoras y señores, el show está por empezar”. Las luces bajan y aunque todavía no empezó, ya estás predispuesto, distinto. Eso es lo que busco. 

En cualquier tipo de entretenimiento hay una construcción inicial que ayuda a enfocarte en lo que está por suceder. Y pienso que en los libros también se tiene que hacer eso. Porque la gente lee en el bus, o en su casa, o con su teléfono al lado; van a estar ocupados o distraídos, así que lo que tienes que lograr es que se enfoquen en la historia y en el libro.

Voy a otra de sus obras, la de su primer éxito, La verdad sobre el caso Harry Quebert. ¿Se ve reflejado en su protagonista, el escritor Marcus Goldman?

Mucho de lo que cree para este personaje está basado en lo que yo no era. Yo era un autor sin éxito y cuando pensé en Marcus quise imaginar cómo sería ser un escritor exitoso. Tengo ese campo común de la proyección que ponía en Marcus, obviamente con cosas mías, como mi edad y que es contemporáneo al tiempo que vivo, pero también con esa posición distinta. 

En ese libro usted representa y habla de la “enfermedad del escritor” que Goldman sufre luego del éxito de su primera novela. ¿Usted experimentó lo mismo? 

Bueno, no por el éxito, pero sí por el bloqueo al escribir, algo que experimento casi a diario. Sin embargo, de forma distinta a como lo describo en la historia. En el libro, Marcus se enfrenta a la página en blanco, a la sequedad de ideas. Yo en general no tengo ese tipo de problema, porque siempre tengo ideas de tramas, pero me bloqueo porque no funcionan, no son buenas, no son las correctas. Eso es también un bloqueo, pero no por la sequedad, sino por la necesidad de superar ese desafío.  

¿Existe la posibilidad de llevar Un animal salvaje a la pantalla, ya sea cine o televisión, como pasó con El caso Harry Quebert?

Sí, ¿por qué no? Hay interés de algunos productores. Estoy tomándome el tiempo para pensar y ver qué hacer. 

¿Está trabajando en un nuevo libro?   

Siempre hay algo, algún proyecto, alguna historia en la que pienso. Solo que no sé si es la correcta. Si llega a serlo, será un libro. Pero sí, siempre estoy trabajando, tratando, escribiendo algo, diariamente. El tema es ver después. 

Usted es un escritor que tuvo un importante éxito editorial a una edad temprana. ¿Qué recomendaciones puede dar para aquellos autores que están empezando, que no fueron aún publicados, o que se encuentran enfrentando el “bloqueo del escritor”?

Escribir, escribir y escribir. Creer en uno mismo y recordar que, cuando cortas parte de la historia, no es una pérdida, es una ganancia para el libro. Está avanzando. Eso es un consejo que me tomó años entender, que cuando sacas partes, estás aprendiendo qué es lo que necesitas. Cortar es algo bueno. 

Foto: Penguin Random House

Foto: Penguin Random House

Por Federico Pereira